Susana González G.

Con el Decálogo de Política Industrial, México tendrá otro sexenio más de medidas neoliberales donde prevalece la ausencia del Estado y se deja el crecimiento económico a la mano invisible del mercado, tal como se hizo en los seis gobiernos anteriores, advirtió José Luis Calva, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.

El decálogo, dijo, está para llorar y es más de lo mismo, porque una verdadera política industrial del siglo XXI requiere triplicar la inversión física en infraestructura, un tipo de cambio real, precisar en cuánto y para qué se incrementará el financiamiento de la banca de desarrollo a la industria, que ésta deje de importar insumos que la convierten en mera maquiladora de empresas trasnacionales, e incluso subsidios a empresas y recursos para formación de recursos humanos con presupuestos para educación, salud, ciencia y tecnología.

Son instrumentos de fomento económico general, remarcó el especialista, que se han aplicado en países con procesos de industrialización exitosos, como Japón, Corea, China, Taiwan y Estados Unidos. Se requieren en México para demostrar que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador deja atrás el neoliberalismo y no se trata de una mera fraseología, dijo el especialista al tiempo que manifestó su asombro por el aplausómetro del sector empresarial al decálogo en lugar de que exija una auténtica política industrial.

Agregó que también hace falta un paquete de políticas de fomento sectorial para impulsar industrias prioritarias, regular el comercio exterior para proteger sectores nacientes, créditos preferenciales de las bancas comercial y de desarrollo, compras públicas a gran escala así como subsidios y exenciones fiscales a empresas elegibles.

José Luis Calva mostró cifras contundentes sobre el abandono en que el neoliberalismo dejó a la industria, bajo el principio de que la mejor política industrial era no tenerla.

La industria manufacturera sólo creció 2.2 por ciento por año durante el neoliberalismo, en contraste con 6.7 por ciento anual que tuvo entre 1934 y 1982, cuando existía una estrategia de desarrollo lidereada por el Estado y que dejó un acumulado de 2 mil 105 por ciento de crecimiento en 48 años.