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Categoría: Analístas Invitados
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Publicado el Lunes, 23 Noviembre 2020 10:45
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Marcos Roitman Rosenmann
No pocos son los incrédulos. Tras el golpe de Estado que derrocó al gobierno constitucional de Evo Morales en 2019 se impuso un gobierno de facto. Las fuerzas armadas, los partidos tradicionales, en definitiva, la derecha en su conjunto, actuó al unísono. Bajo la acusación de fraude electoral, tomaron el poder. Avalados por la OEA, refrendados por Estados Unidos y sus aliados europeos, se decidió que el gobierno era ilegítimo. El presidente, vicepresidente y una parte del gabinete abandonaron el país, emprendiendo el penoso camino del exilio. Atrás dejaban logros en vivienda, salud, educación, cultura, género, nacionalizaciones, protección de los recursos naturales y riquezas básicas. Por primera vez en su historia se había elaborado una Constitución capaz de redefinir la nación. En ella, se reconocía una forma de Estado plurinacional y multiétnico. Pero el golpe de Estado parecía retrotraer el país a los tiempos de oscuridad. Las primeras noticias eran desalentadoras. Represión, detenciones y asalto a las casas de los dirigentes del MAS. Asimismo, el movimiento obrero, las organizaciones sindicales, los cargos públicos, alcaldes, concejales eran objeto de linchamientos, acompañados con el odio de una clase dominante cuyo rencor se hizo patente al ejercer una violencia inusitada contra todo aquello que se le antojó olía a democracia participativa y socialismo. Las fuerzas armadas se posesionaron junto a la plutocracia. En política exterior, los cambios se notaron de inmediato. Asalto a la embajada de Venezuela, expulsión de los médicos cubanos y la mano tendida a los gobiernos de Bolsonaro, en Brasil; Lenín Moreno, en Ecuador, o Iván Duque, en Colombia. De entrada se renunció a todo cuanto podía ser identificado como castro-chavismo: ALBA, Telesur, políticas de cooperación, etcétera. Los objetivos de autodeterminación y dignidad se transformaban en dependencia, entreguismo y violación de derechos humanos. El arsenal de la represión se expresó en los grupos paramilitares y las hordas neofascistas, amparadas en las autoridades de facto y las fuerzas armadas, cuya brutalidad no tuvo límites.
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