Francisco Colmenares
Estimada Carmen:
Lloramos y sentimos tristeza por el fallecimiento de Guillermo Almeyra en Marsella, Francia.
Desde su juventud hasta el final de su vida fue un hombre congruente y decidido luchador revolucionario anticapitalista.
Me encontré con él, por primera vez, en mayo de 1966, cuando como Vito Durich, llegó a impulsar la golpeada actividad de la IV Internacional en México después de la represión que el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz lanzó contra el partido trotskista en abril de ese año, y donde aprehendieron a Adolfo Gilly, Oscar Fernández Bruno, Teresa Confreta, de nacionalidad argentina, y Leocadio Zapata, Gildardo Islas y otros trotskistas de origen mexicano. Perduró, a partir de entonces, una entrañable amistad con él y su familia.
Queda con nosotros como legado sus ideas, propuestas y ejemplo de lucha optimista en el futuro de la humanidad.
Abrazos.
En esa ocasión Almeyra afirmó: “Uno no siembra para hoy, se siembra para mañana (…) Lo que he vivido, con plenitud y conciencia lo volvería a vivir”.
Encontró su trinchera política y teórica en el marxismo ecosocialista revolucionario, visión que le hizo sumarse a causas justas de campesinos, trabajadores, pueblos indígenas y sujetos oprimidos. Deja un poderoso legado con respecto a su pensamiento y acción, al ser un crítico y enemigo acérrimo del capitalismo a escala mundial.
Si no pudiese vencer esta batalla difícil que estoy librando, que estas banderas pasen a quienes me siguen en la carrera. ¡Vivan los trabajadores mexicanos! ¡Viva el internacionalismo proletario! ¡Unámonos todos y construyamos una alternativa al capitalismo, fueron sus últimas consignas en su texto Mi última batalla.
Le sobrevive su compañera por 60 años, Anaté, y su hijo, Carlo Almeyra, un joven anticapitalista y ecologista, así como incontables lectores, alumnos, ex alumnos y compañeros de lucha.