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Categoría: Analístas Invitados
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Publicado el Jueves, 01 Octubre 2020 11:27
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Ángel Guerra Cabrera
Las últimas arremetidas económicas y otros trajines truculentos de Estados Unidos contra Venezuela y Cuba llevan un inconfundible tufo electoral. Los 29 votos del estado de Florida suelen ser decisivos para ganar una elección apretada, como la que parece estarse configurando y Trump trata de conquistar, sin importar cómo, el voto ultraderechista de las nutridas colonias venezolana y cubana que ahí residen. El fenómeno de actuar sin la mínima consideración ética para cachar sufragios es tradicional en la política estadunidense, particularmente cuando se acercan los comicios presidenciales. Por eso se habla tanto de la sorpresa de octubre, por lo general referida a una acción militar llevada a cabo el mes previo a las elecciones de noviembre, dirigida a unificar al país en torno al presidente y a transferirle así una cantidad importante de votos, emitidos principalmente por miedo. Lo que es nuevo con la administración de Trump es el grado de desesperación y, frecuentemente, amateurismo, con que se conducen las acciones de cacería de votos, o para el caso, todas sus acciones. Al punto que a veces moverían a risa si no derivaran en crímenes de lesa humanidad, más en medio de una pandemia, tanto la asfixia económica como las acciones armadas y terroristas que las caracterizan, las últimas en el caso de Venezuela. Cuba sufrió décadas de sangriento terrorismo de la CIA y de las organizaciones contrarrevolucionarias de pantalla creadas por ella. Yéndonos más a fondo, lo que ocurre en el caso del magnate es que tanto él como su equipo más cercano son fiel reflejo de la extremadamente profunda y ya irreversible crisis moral, política y económica que experimentan el sistema imperialista de Estados Unidos y las instituciones que gestionan la democracia de ese país. A la vez, expresan la guerra civil en germen entre importantes grupos de poder económico y político que se disputan hoy, no una elección, sino el control y el rumbo definitivo de la nave imperialista yanqui en el momento más crítico de su historia. Difícil encontrar una mejor prueba de la generalización de esta crisis que el decadente y vulgar primer debate entre Trump y su rival demócrata, Joseph Biden. Habría que añadir también que en la conducta del multimillonario tiene una enorme influencia la irrefrenable y patológica obsesión de continuar en la Casa Blanca cuatro años más no importa los medios, mismo propósito de su círculo cercano, frenético por quedarse en el gobierno, tanto por razones de negocios como de impulsar por largo tiempo su agenda ultraderechista a escala local e internacional.
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