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Categoría: Analístas Invitados
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Publicado el Martes, 12 Noviembre 2019 10:57
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Marcos Roitman Rosenmann
El gobierno de Evo Morales ha sido derrocado. Se cumple la máxima. Sin la participación de las fuerzas armadas y las plutocracias desplazadas del poder, la ruptura del orden constitucional se antoja inviable. Los golpes de Estado no son blandos, duros, de guante blanco, simplemente son. La alianza cívico-militar es condición sine qua non para su triunfo. Otra cosa es el papel de los actores comprometidos en la sedición golpista. La estrategia depende de la coyuntura, la correlación de fuerzas y el contexto internacional. Los tiempos cambian. Hoy, en Bolivia vemos emerger nuevos factores en la estrategia golpista. Destaca la aparición de un personaje atípico: Luis Fernando Camacho, empresario, presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, ligado a los golpistas que en 2010, encabezados por Branko Marinkovic y Eduardo Rózsa Flores, croata-bolivianos, buscaban proclamar la independencia en los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija. Camacho toma fuerza tras las elecciones del 20 de octubre, lanzó acusaciones de fraude electoral reforzadas por organismos internacionales de carácter regional (OEA), la prensa internacional y la derecha latinoamericana. De manera interna cuenta con el apoyo de las iglesias evangélicas y aglutina el desprecio de los criollos hacia los pueblos originarios. En su ascenso desplaza del tablero al ex candidato presidencial Carlos Mesa y su coalición Comunidad Ciudadana. Asimismo, la oposición en la Asamblea Legislativa tampoco controla la situación. En este contexto, Camacho declara: El señor Carlos Mesa tuvo tiempo para acompañar esta lucha, pero la búsqueda de querer ser presidente le ha hecho perder la objetividad de una lucha mayor, que es la paz del país. Un iluminado se convierte en figura determinante. Ya no se trata de convocar a nuevas elecciones, se busca la inhabilitación política del presidente. Se llama a tomar las calles, las instituciones, los locales del MAS, secuestrar a sus dirigentes y familiares, quemar sus casas, generar miedo. El odio acumulado por la plutocracia en un país donde la dominación oligárquica se funda en un discurso de superioridad étnico racial es el aglutinante. Alcaldes atados a los árboles, obligados a caminar de rodillas, insultados, sacados de sus hogares, apaleados, amenazados de muerte. La violencia en manos de hordas suple la acción de las fuerzas armadas y la policía amotinada. Una situación novedosa en la técnica del golpe de Estado, sin olvidar el anticomunismo. La embajada de Cuba y Venezuela son asaltadas por encapuchados. México ofrece asilo al presidente y sus sedes se abren a un exilio forzado.
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