APRENDER A MORIR
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- Categoría: Analístas Invitados
- Publicado el Lunes, 25 Noviembre 2019 16:42
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Hernán González G.
Un viernes, antes de las 22 horas, dos transeúntes esperan en la parada del microbús. Frente a ellos se detiene una patrulla de la policía municipal de Naucalpan, estado de México, descienden dos agentes y les ordenan subir al vehículo. ¿Por qué?, pregunta uno. Porque huelen a alcohol, responde un uniformado que ni siquiera llegó a olerlos. Rumbo a la oficina del juez calificador el agente advierte: si traes 3 mil pesos, aquí te bajas, y si no el juez te va a pedir 3 mil 500 o quedas detenido 72 horas. A la mañana siguiente, el funcionario en turno le pide a la atribulada esposa de uno de ellos 2 mil 350 pesos por dejarlo ir. Sólo traigo 800 pesos, repone. Junte otros 500, le dice. No los tengo y toma la salida. A ver, eche los 800, accede el juez, y la mujer abraza a su esposo, no sin antes preguntar: ¿no dan recibo?