El presidente estadunidense, Donald Trump, anunció por su medio de comunicación habitual –Twitter– que a partir de junio su gobierno impondrá un arancel de 5 por ciento a todas las importaciones procedentes de México “hasta que los inmigrantes ilegales que pasan por México a nuestro país PAREN” (sic), y amenazó con incrementar gradualmente ese impuesto en tanto no se resuelva el flujo migratorio. En una rápida réplica, el subsecretario para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Jesús Seade Kuri, señaló que esa amenaza es desastrosa en el marco del proceso de ratificación del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), advirtió que nuestro país responderá de manera enérgica y propuso el inicio de un contacto directo entre ambas partes a fin de evitar malos entendidos y no entorpecer el comercio bilateral.
El amago de Trump no sólo constituye una grosera presión injerencista para tratar de imponer a México una política migratoria conveniente a los intereses propagandísticos y electoreros de la Casa Blanca, sino que resulta, además, un chantaje disparatado que podría obligar a nuestro país a participar en una confrontación comercial que resulta a todas luces indeseable y peligrosa para ambas economías: si bien el vecino del norte es el principal mercado de las exportaciones nacionales (307 mil millones de dólares), y que la inusitada venganza arancelaria sería sumamente negativa para la industria mexicana, ello es cierto también a la inversa: Estados Unidos envía anualmente a México productos por un total de 181 mil millones de dólares, por lo que la adopción de una medida recíproca a la que esgrime Trump dañaría considerablemente diversos sectores productivos estadunidenses.
La circunstancia demanda a las autoridades de nuestro país un cuidadoso equilibrio entre la prudencia y la firmeza para hacer prevalecer la sensatez en el diálogo bilateral. Cabe esperar, asimismo, que los sectores empresariales y políticos de la superpotencia logren desactivar la prepotencia sulfúrica del magnate republicano y que lo persuadan de mantener en pistas separadas los asuntos de la migración y el comercio.