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Categoría: Analístas Invitados
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Publicado el Lunes, 07 Enero 2019 08:19
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Hermann Bellinghausen
La horrible, espantosa, monstruosa ciudad que nos vive, donde por más que nos esforzamos seguimos siendo más los vivos que los muertos, ha encontrado una forma de afearse que la embellece paradójicamente, una forma visual que agrede muros, fachadas, esquinas, puertas, cortinas de hierro o lámina, postes, anuncios gigantes y pequeños, vehículos. Pintada, rayada o pegatinada, la voz secreta pero no anónima de jóvenes y ya no tanto tirados a la calle interviene lo viejo y lo nuevo, grita y susurra en múltiples formatos y con toda clase de implicaciones, casi todas subversivas, irreverentes, políticas a veces, existenciales las más: aquí estoy. Románticas y verbales si les pasan por encima los activos de Acción Poética. Sangrientas si las alcanza la carcoma que hace siglos asuela esta ciudad y se la come a dentelladas, y entre más lo hace, más crece la urbe para arriba, abajo y los lados, invade, pisotea, roba, aplasta, arrolla, hunde, dispersa, demuele, separa, ensucia. Alguien siempre sale ganando de esta destrucción perenne que pareciera inmanente a este valle venturoso y desdichado, la región más transparente cuando dolían de azul sus distancias, ahora es como ventana tierrosa apenas traspasada por hilachas de luz.
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