Caminata migrante

El camino había sido duro, pero estaban por lograrlo. Faltaba muy poco, unos cuantos buses más y estarían del otro lado. Pero en Matamoros, Tamaulipas, el amor las hizo perder y les cayó la migra. Fueron deportadas a Honduras.

En diciembre del 2017, Suany Zapata y Glenda Contreras estaban por alcanzar el llamado sueño americano. Llegaron hasta la frontera entre México y Estados Unidos, pero un coqueteo de Glenda echó a perder el plan.

En el autobús conoció a un mexicano con quien empezó a flirtear. Le contó de dónde venían, a dónde iban, por donde habían pasado. El hombre resultó ser un infiltrado: era agente de la Policía Federal y llegando a Matamoros llamó a migración para que las capturara. Recuerdan la anécdota. Entonces lloramos; ahora ya qué, nos reímos.

Hoy, lo intentan de nuevo, pero en caravana. Se han vuelto como hermanas y confían en poder cruzar la frontera con el apoyo y solidaridad de miles de personas.

Geovanni confía en que llegará a Estados Unidos y ahí le darán a él y a su hija de 13 años la condición de refugio. Trata de no pensar mucho en las amenazas del presidente Donald Trump para detener la caravana. Si le ponemos mente a eso, a cualquiera le daría miedo. Le han dicho que en Estados Unidos se cumplen las leyes, por ello no cree que Trump sea capaz de matar niños, mujeres y gente inocente.

Vivía en Siguatepeque, municipio ubicado en el departamento de Comayagua, Honduras, y se ganaba la vida vendiendo llantas y rines. “Pero la mara viene a incomodar todo y el gobierno sólo quiere hacer espejismo y decir que todo está bien”. El dinero no alcanzaba y la delincuencia apremiaba; decidió salir y reunirse con familiares que viven en Estados Unidos.

"Si Dios quiere, no habrá muro ni Trump que nos detenga", dice Caty López, hondureña que viaja con su hija de seis años, su hermana y un sobrino de 11 meses. Tenía un negocio que le daba lo suficiente para vivir, sin embargo, no iba a dejar sola a mi hermana y tomó a su pequeña para emprender ruta al norte.

El viaje para Caty ha sido cansado, pero agradece la ayuda que le han dado en el camino, desde ropa y comida hasta revisiones médicas. Seguirá en caravana, pues realizar el viaje sola sería muy peligroso.

Luis, Roberto y Sebastián dicen tener 18 años. Salieron de Honduras y sostienen que su meta es llegar a la frontera con Estados Unidos para cruzar.

Luis dice que les han mentido al asegurarles que llegando a la frontera el trámite de asilo será cosa sencilla y teme que los agredan. Roberto y Sebastián, por el contrario, dudan que pase algo, pues son muchas personas.

–¿Conoces los riesgos que hay en México? –se pregunta a César Aguilar, de 27 años, quien luce en el tórax una cicatriz de bala.

–Es correcto, yo he estado en Estados Unidos (y) me han deportado.

Regresa para buscar a su mamá, que está en Miami, Florida.

e-max.it: your social media marketing partner