Arturo Cano

Reconocen que falta mucho para la victoria final

En la acera de enfrente se decía, en una frase que se atribuye a Luis H. Álvarez, que era preciso ganar el gobierno sin perder el partido. Aquí, en el congreso extraordinario de Morena, no queda claro si ha llegado la hora de comenzar a construir un partido.

Antes de entrar en esas disquisiciones, los delegados esperan el momento estelar que es, claro, el discurso de Andrés Manuel López Obrador.

El presidente electo hace un nuevo recorrido por los nombres de las figuras que aportaron el trabajo y la fatiga que condujo a la victoria electoral del primero de julio. Añade nuevos a una larga lista que ya había comenzado a esbozar. Va de Demetrio Vallejo a Cuauhtémoc Cárdenas, de Rosario Ibarra a Elena Poniatowska, de Miguel Ángel Granados Chapa a Paco Ignacio Taibo II. Añade un nombre que no es frecuente en el santoral progresista: Manuel J. Clouthier.

De todos esos personajes encomia el “legado de convicciones y enseñanzas, (que) fue recogido y utilizado con rectitud, abnegación y eficacia por los militantes y dirigentes de nuestro movimiento… En vez del divisionismo, la deshonestidad, el egoísmo, la incongruencia o el sectarismo, se supo poner por delante el ideal, los principios, la imaginación, la humildad, el trabajo a ras de tierra y la perseverancia”.

Falta lo más importante

Se ha logrado el triunfo electoral, pero falta, dice López Obrador, lo más importante: demostrar que se puede gobernar con el pueblo, con respeto a las libertades y, en paralelo, garantizar a todos el derecho a vivir con bienestar y a ser felices.

Antes de hacer un listado de sus prioridades de gobierno, vuelve a decir, de otro modo, que él no se propone otra cosa que un cambio radical: “Transformar no es ejecutar o ‘dar el violín’, instrumento que se toma con la izquierda y se toca con la derecha”.

En este punto afirma que en 2000 la apuesta por la alternancia terminó en una “farsa dañina, porque en vez de cambiar al régimen se le restauró con la simulación que significó el PRIAN”.

Desde el arranque del evento, Bertha Luján, presidenta del Consejo Nacional del partido, ha anunciado que López Obrador abandonará el lugar tras su discurso.

Antes de irse, sin embargo, aborda los temas principales que se llevarán a votación poco después: posponer la renovación de dirigentes hasta el año próximo, para dar prioridad al inicio de la cuarta transformación del país; la renuncia de Morena a 50 por ciento del financiamiento púbico, como parte de la política de austeridad (ahí se los encargo mucho, dice a los congresistas), y la creación de una escuela de formación política.

En el templete escuchan a López Obrador Bertha Luján, en su calidad de presidenta del Consejo Nacional; Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno electa, así como los gobernadores electos Adán Augusto López y Cuhitláhuac García (Tabasco y Veracruz, respectivamente). En primera fila, pero abajo, sigue el discurso el poblano Miguel Barbosa.

Los tres puntos enunciados por el presidente electo serán aprobados en paquete, ya sin la presencia de los medios de comunicación, por apenas un tercio de los delegados con derecho a participar.

En el informe inicial sobre las formalidades del congreso nacional extraordinario, se dice que hay quórum con 53 por ciento de los posibles delegados presentes.

A la hora de votar el paquete, sin embargo, votan a favor de la modificación estatutaria 624 delegados, y 320 en contra. El resto se abstiene, según un invitado porque no hay claridad de lo que se vota en paquete (el total de delegados es de poco más de 2 mil 500 y el quórum se declara con mil 326 asistentes).

La hora del aficionado

Tras la votación, llega, describe un delegado, la hora del aficionado. Dirigentes de varios lugares del país toman la tribuna para hablar de imposición y de decisiones cupulares.

Yeidckol Polevnsky y Gabriel García Hernández se llevan rechiflas, pero no hay una oposición organizada, como podrían sugerir la inconformidad de Whatsapp. Por esa vía, el debate ha sido intenso. Prorrogar el mandato de la dirección nacional y las estatales equivale a mantener congelada la correlación de fuerzas en el partido. Eso significa, sólo por poner un ejemplo, que los monrealistas seguirán sin tener peso alguno en el Consejo Nacional.

En las semanas previas al quinto congreso nacional se discutió, en los círculos más influyentes de Morena, la necesidad de crear la escuela de formación política. Una propuesta privilegiaba la formación de cuadros para el gobierno; otra, la de educar políticamente al pueblo. Las dos se ofrecían como la mejor ruta para las lides electorales futuras. El debate se zanjó con una victoria para la vieja guardia, que se inclinaba por la segunda postura.

En el remate de su discurso, López Obrador recordó los tiempos de desolación que siguieron a las elecciones de 2012. Trajo a cuento el libro que escribió y una cita de su maestro Carlos Pellicer, tomada de un poema dedicado al libertador Simón Bolívar, a quien un amigo, viéndolo tendido en la derrota, preguntó: “‘¿Y ahora, qué va usté a hacer’/ ‘¡Triunfar!’ El Libertador respondió con loca fe”.

Enseguida, mirando fijo al auditorio, López Obrador dejó claro que todavía no hay victoria final. Y remató: La habrá cuando no haya pobreza, ni corrupción ni violencia, y cuando se logre la reconciliación nacional y se recobre por entero la gloria y la grandeza de México.

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