Alonso Urrutia

Diseñados con el propósito de contar con información que tenga una alta dosis de confiabilidad a partir de una muestra estadística conformada por especialistas, los conteos rápidos han acreditado en México su eficacia en la historia electoral reciente, con excepción de 2006, cuando una decisión política impidió su difusión.

Más allá de esa coyuntura, los resultados de los conteos rápidos en las elecciones presidenciales de 2000 y 2012, así como de los comicios intermedios de 2015, han anticipado casi con exactitud los resultados definitivos.

En 2000, el año de la transición en México, el conteo rápido del entonces Instituto Federal Electoral adjudicaba una votación para el candidato de la Alianza por el Cambio, Vicente Fox Quesada, de entre 40.08 y 43.3 por ciento, en tanto que al aspirante del PRI, Francisco Labastida Ochoa, le proyectaba entre 35.5 y 37.6 por ciento.

En el resultado final de esos comicios, Fox obtuvo 42.5 por ciento y Labastida 36.08. Entonces se trató de un conteo rápido con amplios márgenes de intervalo.

Doce años más tarde, en la elección que definió el regreso del PRI a la Presidencia de la República, el conteo rápido del IFE perfilaba que el candidato de la coalición Compromiso por México (PRI-PVEM), Enrique Peña Nieto, obtendría entre 37.9 y 38.5 por ciento; Andrés Manuel López Obrador, del Movimiento Progresista (PRD-PT-Movimiento Ciudadano) alcanzaría entre 30.9 y 31.8, y Josefina Vázquez Mota, del PAN, entre 25.1 y 26 por ciento.

El resultado de estos comicios fue: Peña Nieto, 38.2 por ciento; López Obrador, 31.5, y Vázquez Mota, 25.8 por ciento.