José María Carmona
El presidente Peña Nieto en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas declaro en días pasados que el populismo amenaza a los países y más concretamente al país, que esta forma de gobierno atenta con los avances obtenidos en materia de las reformas estructurales que son la vía correcta para alcanzar una inserción eficiente en el contexto de la globalización.
Sin decir el nombre de López Obrador, el presidente salió al paso porque de acuerdo a las últimas encuestas este personaje es la figura política más conocida en el país lo que lo convierte en los hechos en un posible candidato a la presidencia en 2018 y a su vez por la situación tan critica por la que atraviesa la economía y el desempeño del gobierno peñista, López Obrador se puede convertir en una alternativa para millones de electores en el 2018.
El populismo es una forma o categoría de gobierno, una de las características es que una figura política llegue al poder con el apoyo “popular” a cambio de un sinnúmero de concesiones económicas y sociales que el corto plazo beneficien el nivel de vida de la población.
Además de una fuerte intervención estatal que los sectores estratégicos de la economía y con ello el otorgamiento de beneficios sociales en términos de la política social, salud, vivienda y educación a costa de un déficit en las finanzas públicas o de un crecimiento acelerado de la deuda pública o externa de los países.
El populismo también significa amplios programas sociales a los grupos más vulnerables de la sociedad y por general los gobiernos de izquierda adoptan estas medidas.
En los años 30 del siglo pasado los gobiernos populistas más exitosos fueron, Perdón en Argentina o Lázaro Cárdenas en México, aprovecharon la coyuntura de la crisis de 1929 y del arribo del fascismo en Europa particularmente en Alemania, Italia y España.
Las concesiones sociales económicas y laborales entre ellas por ejemplo en México la reforma agraria o las grandes nacionalizaciones y el discurso antiimperialista tuvieron su base material en los excedentes de las exportaciones agrícolas que obtenían en el mercado mundial estos países.
Recientemente en la mayoría de los países de América Latina, en Venezuela con Hugo Chávez, en Brasil con Lula y en Argentina con Cristina Fernández de Kirchner fue posible de revertir el neoliberalismo y otorgar nuevas concesiones gracias a los altos precios de la materias primas en el mercado internacional que generaron excedentes financieros que fueron distribuidos mediante políticas sociales asistencialistas.
Hay que tener presente que estos gobiernos llegaron al poder después de dictaduras y la instrumentación de severos planes de austeridad que empobrecieron a miles de trabajadores, inclusive hubo revoluciones de carácter democrático donde la movilización de las masas pusieron fin a los gobiernos dictatoriales.
Mucho más se puede agregar de las características de los gobiernos populistas supuestamente de izquierda a los cuales les teme el gobierno de Peña Nieto pero por razones de espacio únicamente se han indicado las características más importantes.
Enrique Peña Nieto defiende la otra cara de la moneda, es decir el neoliberalismo, la competetitividad, el libre comercio y la privatización al máximo de la economía nacional lo que significa reducir a su mínima expresión la participación del estado en la economía.
El mercado de las fuerzas que intervienen en el, así como la apertura total de la misma economía nacional son los mecanismos que garantizan la estabilidad y el crecimiento económico en el mediano plazo , a la vez que brinda las mejores condiciones a la atracción de capitales extranjeros para la inversión supuestamente productiva.
Pero estas dos formas de gobierno que se enfrentan aparentemente entre si no son la garantía para combatir la pobreza, la marginación y el lograr el crecimiento económico y mucho menos una justa distribución del ingreso.
El populismo de izquierda no llega al fondo de las cosas, es decir a la esencia de las desigualdades sociales que están en las leyes fundamentales del régimen capitalista de producción es decir la explotación del trabajo asalariado y en cambio se comporta sumiso ante el poder del capital, además de ser dependiente de los excedentes financieros generados por las empresas estatales para ofrecer mejorías sociales.
Y como ya se sabe el neoliberalismo ha concentrado el 10 por ciento del ingreso nacional mientras que la mayoría de la población vive en la miseria o de un salario miserable.
Es por ello que ni el populismo ni el neoliberalismo son alternativas para los trabajadores, la mejor alternativa es un gobierno de los propios trabajadores y los sectores populares que nacionalice toda la economía y la planifique científicamente, es decir el socialismo.