José María Carmona
A dos semanas que termine el proceso electoral 2018, están sobre la mesa según los analistas y candidatos presidenciales dos proyectos de país, uno la continuidad y el otro el cambio; el primero es seguir instrumentando la política de estabilización financiera, mejor conocida como “neoliberalismo” que representa tanto José Antonio Meade como Ricardo Anaya y el otro el neopopulismo senil de López Obrador, ese concepto no es un adjetivo calificativo, sino una categoría de la ciencia política latinoamericana, de acuerdo a los especialistas.
Se le llama “neopopulismo” porque es un regreso a las políticas económicas tanto de Lázaro Cárdenas en México, como de Juan Domingo Perón en Argentina quienes impulsaron en los años treinta del siglo pasado el famoso nacionalismo revolucionario o populismo caracterizado por el carisma de estos personajes que ofrecían a las masas trabajadoras y populares concesiones y reformas económicas, así como las nacionalizaciones de sectores de la economía que pasaron a manos del estado y que fueron palancas posteriores del desarrollo.
Es senil, porque las condiciones económicas globales, ya no permiten a estos proyectos de gobierno ofrecer concesiones económicas y ni mucho menos sociales y es un modelo económico agotado, pero que hoy lo representa López Obrador como “la esperanza de México” para millones de trabajadores y sectores populares golpeados e indignados por el gobierno peñista.
En el pensamiento económico de América Latina, aparte de los gobiernos de “izquierda-progresistas” recientemente; anteriormente hubo otras alternativas como el estructuralismo desarrollado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la teoría de la dependencia en sus dos versiones la convencional que no cuestiono el origen de la dependencia económica de América Latina encabezada por Enrique Cardoso y la versión marxista por Andre Gunder Frank, Theotonio Dos Santos y Marini entre otros.
La tesis central tanto de la corriente estructuralista como la de la dependencia para explicar el subdesarrollo de la región se puede esquemáticamente sintetizar en que existen dos tipos de países y economías, las del centro constituidas por las economías industrializadas y las de la periferia atrasada, economías productoras y exportadoras de materias primas.
La relación entre el centro y la periferia en términos comerciales, de inversión y financieros es desigual donde las economías de la periferia transfieren un excedente económico y financiero a cambio de depender del valor de las importaciones manufactureras de las economías del centro, donde existen en términos monetarios y de precios un intercambio desigual con desventajas para las economías periféricas de América Latina; el mecanismo económico de esta desigualdad tiene diversas explicaciones entre las cuales destacan el pasado colonial de América Latina y la existencia de un sector empresarial o una oligarquía muy débil en términos políticos, además de haberse constituido estados nacionales con baja institucionalidad y marcados por las guerras civiles, por ejemplo el caso de México en el siglo XIX que fueron las luchas entre conservadores y liberales.
Tanto la visión estructuralista como de la dependencia en América Latina dentro del pensamiento económico no alcanzo a traducirse en una estrategia de desarrollo solida y política económica, si bien es cierto que en América latina y en particular en México se instrumento el modelo de sustitución de importaciones o la industrialización sustitutiva, la estrategia entro en crisis.
Por todo lo anterior hoy la propuesta de López Obrador en materia de estrategia de desarrollo económico se queda corta en relación a las propuestas de los estructuralistas o de la teoría de la dependencia, tan solo es una grotesca caricatura su proyecto de nación 2018.
Pero lo más importante en esta entrega, es que existen alternativas económicas más a la izquierda, por no decir marxistas o “socializantes”, es más los gobiernos “progresistas” de América Latina están más a la “izquierda” que el proyecto de nación de López Obrador; porque también el tabasqueño menosprecia la capacidad política de los millones de trabajadores y sectores populares que lo apoyan para liquidar el modelo neoliberal.
Con relación a la propuesta económica de Anaya y Meade defensores del neoliberalismo y la economía de mercado, ya se ha analizado en otras entregas, únicamente hay que decir que sí hay alternativa para el desarrollo económico para México como para América Latina.