José María Carmona
Cuando el presidente Peña Nieto firmo el decreto del Sistema Anticorrupción, le pidió “perdón” a todos los mexicanos por el escándalo de la Casa Blanca que la periodista Carmen Aristegui junto con su equipo puso a la luz pública el tráfico de influencias.
La corrupción en México tiene un costo no solo económico y político sino también social; hoy es la causa principal de la pérdida de aceptación del gobierno de Peña Nieto que está por debajo del 30 por ciento.
Pero para la mayoría de los mexicanos no se le puede otorgar el perdón, porque significa olvido de los agravios políticos, sociales y económicos de la acción gubernamental.
A Peña Nieto, a pesar de haber dicho que cometió un “error” con el asunto de la Casa Blanca, que causo una percepción en la opinión publica afectando la figura presidencial.
El dicho presidencial no corresponde a la realidad nacional, porque los mexicanos se sienten agraviados por la corrupción, los privilegios y la manera de hacer negocio a partir del poder público, también de la arrogancia de la manera de cómo se ejerce el poder gubernamental.
De las omisiones cometidas al no escuchar las demandas sociales o ciudadanas, del alto nivel de concentración de la riqueza, de la incapacidad institucional para combatir la evasión fiscal, el bajo crecimiento económico, el desempleo, el abandono del campo y su descapitalización causante de la miseria y la migración hacia las ciudades donde se forman cinturones de pobreza, o de miles de migrantes que se van del país en busca del sueño americano.
No se le puede perdonar al presidente Peña Nieto, los bajos salarios que ganan más de 18 millones de asalariados, mientras la primera dama inexplicable mente adquirió una casa con un valor de 7 millones de dólares y los trabajadores en su mayoría que obtienen un crédito para una vivienda de interés social tienen que trabajar 30 años de su miserable condición de vida.
Tampoco se puede pasar por alto su omisión frente al caso de los normalistas de Ayotzinapa, por la violencia, las más de 120 mil víctimas a consecuencia de la guerra contra el narco y los 25 mil desaparecidos; ni de igual manera la colusión de los gobiernos de todos los niveles con el crimen organizado.
Al mismo tiempo en su guerra sangrienta contra el narco ha llenado las cárceles de presos políticos derivado de que la población principalmente de las zonas rurales e indígenas tomaron las armas para defender a sus familias, sus patrimonios y sus vidas ante la colusión de los gobiernos de todos los niveles con el crimen organizado.
De igual manera tampoco se puede olvidar su omisión frente a la corrupción de gobernadores como los de Chihuahua, Veracruz y Quintana Roo y que decir los ex gobernadores que endeudaron a los estados donde la población tiene que pasar privaciones por sus corruptelas.
Los mexicanos no le pueden perdonar la desaparición de varias decenas de periodistas y en muchos casos privados de sus vidas en el ejercicio periodístico, ni que el país es el país más peligroso para el trabajo periodístico, así como silenciar a la periodista más influyente del país Carmen Aristegui por sus críticas al sistema político, al propio gobierno peñista y el caso de la Casa Blanca.
De esta forma no se le puede perdonar al presidente peña nieto los agravios por la represión contra el pueblo de Nochixtlán por parte de la policía federal donde cayeron más de 20 persona abatidas y hay más de decenas de heridos.
No se le puede perdonar su reforma educativa punitiva que ya ha cobrado no solo despidos, sino también muertos en manos de la policía federal y profesores encarcelados.
Son demasiados los agravios contra el pueblo trabajador del país por eso no se le puede perdonar señor presidente Peña Nieto. Tampoco se le puede permitir que la historia lo juzgue por la corrupción, la violencia, las víctimas y de los desaparecidos y por empobrecer al pueblo de México, hoy violentado y empobrecido con las cárceles llenas de presos políticos. Es por ello que no se le otorga el perdón.