Pedro Salmerón Sanginés

En 1988, a mis 16 años, me afilié al Partido Revolucionario de los Trabajadores: me sumé a la campaña presidencial de doña Rosario Ibarra de Piedra y, como obrero general, a un comité de fábrica en una empresa metalmecánica en Celaya, Guanajuato. Desde entonces he militado en la izquierda. Durante 10 años creí posible la revolución armada que abriera las puertas de una sociedad sin clases sociales, donde la solidaridad primara sobre la competencia y donde no hubiera niños sin escuela ni ancianos sin pan.

Mi estudio de la historia, y en particular de la historia militar y de las revoluciones, me convenció que los experimentos comunistas del siglo XX habían fracasado (lo que no significa que el capitalismo debe ser eterno, ni que la historia ha terminado: sé que más temprano que tarde surgirán alternativas a un sistema que amenaza al planeta y a la especie humana, como expliqué en https://bit.ly/2Szdq5C). Me convencí también de que la vía armada se había cerrado, como sinteticé en tres artículos de La Jornada en mayo de 2013.

Considerando cerradas esas vías, en 2005 mi esposa Gaby Pulido y un servidor nos sumamos a un proyecto que si bien no es anticapitalista, sí aparecía como la única alternativa real, posible, viable, a la depredación neoliberal. En 2012 fuimos dos de los millones de mexicanos que fundamos Morena: un partido-movimiento de izquierda nacionalista (no marxista ni socialista, por el amor de Dios, que luego uno lee cada cosa). Somos, pues, corresponsables, con más de 30 millones de mexicanos, de la actual rabia de los comentócratas del antiguo régimen, dos de cuyas perlas quería comentar hoy, porque me servirán para abrir otra puerta: un conocido cronista, subdirector de una de las dos revistas de los intelectuales favoritos del régimen saliente, escribió dos tuits:

Pues parece que el señor Salmerón nomás agarró hueso en el INEHRM y cerró su cuenta y se fue a esconder. Como diría mi abuela: se evitó la pena.

Pues ya les hizo justicia a todos la 4T. Hasta a los que decían que no iban tras el hueso y que ellos puros ideales. Todo sea por la Patria: las horas que usted diga, licenciado, porque vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.

Desde la otra revista, el hijo del director apuntó: Veo que muchos jóvenes (y no tan jóvenes) destacados académicos, otrora críticos independientes y lúcidas plumas de transformación están descubriendo su verdadera vocación como burócratas. ¡Enhorabuena!

Me reservo otras notas. Basta con estas dos para hacer las preguntas retóricas:

¿De verdad creen o es pura pose, creerán de veras que tras ayudar a construir un partido-movimiento de izquierda que buscaba explícitamente el poder político, somos incoherentes por integrarnos al nuevo gobierno? ¿De verdad creen, lo creerán de veras que militamos 30 años para obtener un cargo público? (en el que, por cierto, no ganaré más de lo que gano ahora: como si el dinero, más allá de lo justo, nos moviera como los mueve a ellos… a juzgar por ciertos contratos que se han hecho públicos).

Me integro orgullosamente al gobierno de la Cuarta Transformación y lo hago en el campo de mi formación, intereses y competencias. Cierro una larga etapa, un ciclo público: el del opositor (y quiero recordar o informar a quien no lo sepa, que los más admirables historiadores que en el mundo han sido, fueron militantes en su presente, algunos de ellos, como Marc Bloch, o en México Vicente Riva-Palacio, fueron militantes incluso con las armas en la mano); y con él un tono o estilo que, sobre todo en las redes sociales, no servirá para construir el debate que, sobre nuestra historia, hay que impulsar desde el encargo que me han confiado Andrés Manuel López Obrador y Alejandra Frausto.

Vale decir, de una vez, que aquellos que piensen que desde ahí impulsaré mi particular concepción de la historia (mutante, por cierto: cada vez que leo un buen libro mi visión de la historia se transforma) se llevarán un chasco: la pluralidad será eje de mi tarea.

A eso me comprometo: al debate plural. Eso quiere decir que si bien en las redes sociales no responderé ningún insulto ni calumnia, sí daré puntual respuesta a toda crítica documentada; responderé a toda pregunta o duda planteada con propiedad y/o corrección; atenderé también a toda solicitud de información presentada por las vías correspondientes.

Y se abrirá un debate sobre la historia y la cultura política con todas las corrientes de pensamiento. Y a ese debate también estarán invitados los historiadores pertenecientes a los dos grupos de que arriba hablo. Reitero: hoy, con este artículo, cierro un ciclo y un tono.

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