William I. Robinson*

Según la perspectiva maniquea de una parte de la izquierda estadunidense (y algunos sectores de la izquierda latinoamericana), el mundo es blanco y negro, y hay buenos y malos. Se trata de un modelo en que debe formarse, por decreto dogmático, lo que sucede en el ámbito de la política internacional. En esta narrativa, Estados Unidos (EU) interviene en Nicaragua (de hecho, lo hace y es condenable), por tanto, lo hace para derrocar a Ortega, y, por tanto, este régimen debe ser bueno y merece ser defendido. En estas versiones no hay análisis de las contradicciones internas en Nicaragua que han dado origen a la crisis ni tampoco de lo que Washington busca lograr con el financiamiento que proporciona a organizaciones opositoras por medio de la agencia Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés).

Varios artículos se han publicado recientemente en medios izquierdistas estadunidenses que atribuyen la causa de la crisis nicaragüense a un intento de golpe derechista por EU y sus aliados contra el revolucionario Ortega.

Sin embargo, los hechos y la historia muestran una realidad más matizada. Ortega sostuvo excelentes relaciones con EU hasta el estallido de la crisis. Su gobierno ha recibido cuantiosa ayuda económica estadunidense e incluso militar. Ha cooperado con Washington en la guerra contra las drogas y en el plano migratoro. Ha cogobernado con el Consejo Superior de la Empresa Privada –asociación gremial de la clase capitalista nicaragüense. Ha convertido a Nicaragua en paraíso para el capital trasnacional, porque logró imponer las condiciones (los salarios más bajos en Centroamérica, la estabilidad interna) para que el capital trasnacional floreciese en el país, abriéndolo a un masivo flujo de inversión extranjera, flujo que permitió las altas tasas de crecimiento.

¿Han sido positivos los seguros en educación y salud? Absolutamente. ¿Ha granjeado esto la enemistad de Washington? No. Los indicadores sociales muestran mejoría, en parte, por las altas tasas de crecimiento logradas por los commodities caros en los años pasados, así como por la entrada masiva del capital extranjero, y por varios miles de millones de dólares por subsidio venezolano para Nicaragua que ahora se ha contraído. En el campo, la agroindustria trasnacional domina el sector agropecuario. Mientras, los campesinos han sido desplazados hacia la llamada frontera agrícola, alentados por los incentivos que el gobierno de Ortega ha otorgado para su colonización. En la evolución capitalista en América Latina, se trata del patrón conocido de acumulación rural de capital.

¿Desde cuándo la izquierda debe aplaudir que el FMI y el Banco Mundial feliciten al gobierno de Ortega por hacer lo que estas instituciones consideran un trabajo maravilloso? ¿Desde cuándo la izquierda debe considerar a un gobierno izquierdista o revolucionario por haber generado todas las condiciones para atraer al capital trasnacional? Entonces, pues, ¿no debíamos también aplaudir a los regímenes neoliberales en América Latina por ser elogiados por el FMI y el Banco Mundial? ¿No hemos de aplaudir a los regímenes neoliberales por proporcionar al capital trasnacional cuanto desea? Es cierto que los programas gubernamentales han mejorado los indicadores sociales, pero el proyecto de desarrollo capitalista impulsado no fue sostenible y ha entrado en crisis.

Queda el tema de la intervención de EU. Este financiamiento empezó a mediados de la década de 1980 y no ha cesado. En los años 80 este financiamiento formó parte de la estrategia contrarrevolucionaria. Desde entonces ha perseguido: fortalecer las fuerzas pro neoliberales/capitalistas en la sociedad civil, ayudar a estas fuerzas a lograr la hegemonía en la sociedad civil, promover la agenda del capital trasnacional y evitar cualquier radicalización de la sociedad civil. El financiamiento de la NED durante el orteguismo ha perseguido estos objetivos. No se ha dirigido al derrocamiento de Ortega, pues ha cogobernado con estas mismas fuerzas financiadas por la fundación.

Washington teme un vacío de poder impredecible y desestabilizador. Está empeñado en preservar los intereses y la hegemonía del capital trasnacional en el país sobre cualquier proyecto político pos-Ortega. Pero la derecha tradicional (los liberales en particular) se encuentra desorganizada, por lo que toca al sector empresarial y sus formas gremiales de organización armar una transición. Ese sector empresarial ha recibido el mayor financiamiento de la NED. Se trata de la estrategia del aterrizaje suave de no presionar la salida de Ortega tan agresivamente que se corra el riesgo de que la situación se salga de control.

Es indudable que las fuerzas derechistas han esgrimido su propia violencia y han manipulado la resistencia popular al régimen a fin de lograr el control sobre la misma. Pero los nefastos diseños de la derecha no justifican que la izquierda cierre filas alrededor del neoliberalismo, la represión y el autoritarismo del régimen de Ortega. Esta posición maniquea no tiene cabida en una postura izquierdista frente a la crisis nicaragüense.

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