José Blanco

La amplia pluralidad social mexicana ha generado múltiples modos de entender las bárbaras decisiones del señor Trump: no podía ser de otro modo. Pero no debiera perderse de vista que esta vez la embestida sanguinaria del jefe del inefable gobierno del vecino del norte lastimará, probablemente con profundidad, al conjunto de esa pluralidad, si bien necesariamente de modo muy diferenciado.

La primera respuesta colectiva a las agresiones en puerta del imperio –ojalá sea en efecto la primera– es la que fue llamada Vibra México o, también, Marcha Ciudadana por el Respeto para México, y fue convocada por grupos empresariales, ciudadanos y universidades, entre ellas la UNAM, la UAM y la Universidad Iberoamericana. En las primeras noticias sobre la convocatoria de esa marcha ciudadana, se mencionaron las ciudades de Mérida, Villahermosa, Morelia, Colima, Hermosillo, Irapuato, León, Monterrey, Puebla, Guadalajara, Tequisquiapan, Pachuca y Ciudad de México. Espero que la marcha del domingo 12 haya sido un éxito en toda la extensión de la palabra (escribo el sábado 11).

Como también era de esperarse de la vasta pluralidad que somos, ha habido expresiones de inconformidad y aun de repudio a esa expresión ciudadana por grupos diversos, debido a las organizaciones que figuraron como convocantes. Como México, los convocantes también fueron un conjunto plural y hasta discordante. El que haya sido así, me parece una buena noticia. Esta vez estamos todos, o la aplastante mayoría, queriéndolo o no, en la misma trinchera, contra uno que quiere ser nuestro adversario y hasta nuestro déspota avasallador. Era y es, por tanto, indispensable, volver a vernos como una nación, con terribles defectos, injusticias y desigualdades, que tenemos ahora más que nunca el deber de reconocer, debatir y corregir, por cuanto la más poderosa fuerza exterior, se ha colocado decididamente en contra nuestra.

Si los muchos millones de estadunidenses que están frontalmente contra Trump no logran poner en pie un movimiento que acabe por configurar en el Congreso un proceso que someta a Trump al impeachment que merece por su manifiesta incompetencia para gobernar, y por la desestabilización que está comenzando a producir en el mundo, nosotros los mexicanos tenemos muchas más razones para hallar los caminos que superen el espacio de desdichas que es hoy México. El encuentro de los diversos que las marchas significan es una oportunidad de que los distintos comiencen a aprender a reconocerse como iguales víctimas de la corrupción, la impunidad, la violación permanente de los derechos humanos, la execrable e inadmisible desigualdad socioeconómica que padecemos. Son justamente estos desastres nacionales los que eventualmente podrían comenzar a configurar condiciones y caminos que en el plazo que sea necesario, cree las fuerzas que puedan acabar con las injusticias más profundas que hemos conocido.

A las personas y grupos que se expresaron contra la marcha ciudadana debido a la mezcla de instituciones y organizaciones que firmaron la convocatoria, todos tenemos el deber de reconocerles su derecho a la inconformidad que manifestaron, pero también, quienes estuvimos en favor de la misma, tenemos el derecho a decirles que, desde nuestra perspectiva, están equivocados. Están equivocados porque la cuestión radicalmente clara y principal es la agresión del imperio contra el conjunto de los mexicanos, vivan en nuestro país o vivan en el seno de la nación agresora. En esto, sí que vale todos a una.

En México –como en casi cualquier otro país habría ocurrido– acompañó a esta manifestación dominical colectiva toda clase de oportunismos. El Presidente, o el PRI; algunos señalan entre otros a Mexicanos Primero y a otros agrupamientos privados, que pensando en su propio interés buscarán capitalizar para sí esta marcha heterogénea que, de suyo, no puede admitir una imposible unidad nacional en abstracto. Nadie debiera llamarse a engaño por esas constantes de la política mexicana. Porque no, la unidad de los diversos no es en rededor del Presidente o del PRI, sino en contra de la agresión imperialista, y nada más. Las cosas no pueden estar más claras. Quienes asistieron a las marchas –puede suponerse plausiblemente–, no llevaban en su pensamiento y en su indignación, el apoyo al Presidente, sencillamente porque el grado de aceptación de EPN ha caído hasta 12 por ciento, o hasta 23 por ciento, según la encuestadora que se consulte: el grado de aceptación más bajo de cualquier otro presidente del pasado.

Los movimientos de los indignados en múltiples países, pero especialmente en España, en mayo de 2011, fueron acciones altamente plurales que se articularon con marchas y protestas, el 15M. Estos movimientos han tenido muy distintos desenlaces, a pesar del alto consenso sobre las demandas que los unió momentáneamente. Probablemente el mayor éxito político de este movimiento plurinacional, fue el surgimiento en España de un nuevo partido político, que ya transformó el régimen político del bipartidismo PP-PSOE, que se han pasado uno al otro el poder, prácticamente siempre con la misma política neoliberal dictada por la troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) o, con más precisión, por la señora Merkel. Podemos, el partido español recién nacido, alcanzó 5 millones de votos en tan sólo tres años, que representan casi 15 por ciento del total de los electores, y quebró el espinazo del bipartidismo gobernante. Una nueva fuerza que entiende de un modo radicalmente distinto la transición democrática, la política y la historia toda de España, ha nacido. Otro será el futuro. Nos corresponde hacer lo propio.

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