Juan Carlos G. Partida

El escritor deja pinturas, dibujos, manuscritos documentales y muchos atuendos coloridos

Llegada de deudos a la Universidad de Guadalajara.

Guadalajara, Jal., Vestido de saco azul eléctrico, con una camisa rosa mexicano y su pelo y barba blanquísimos y acicalados, fiel a su estilo hasta la muerte, Fernando del Paso yacía dentro de un féretro la noche de este miércoles, listo para su última presentación pública, sin ningún vidrio que lo aislara del aire denso de la funeraria Gayosso o de los rumores de sus deudos sanguíneos y literarios que conforme avanzó la noche se multiplicaron.

A las 19 horas el ataúd fue colocado en el velatorio, rodeado de cuadros y fotografías del escritor, y su esposa, Socorro Gordillo, quien llegó en silla de ruedas llevada por su hijo Alejandro, pidió que antes de que arribara más gente la ayudaran a acercarse a su marido.

Varios minutos pasó Socorro contemplando a Fernando, sus ojos ocultos debajo de gafas oscuras para ocultar su tristeza, su barbilla temblando, su mano posada sobre la madera pulida del féretro antes de pedir de nuevo regresar a su silla, a la que llegó para retomar un pequeño cuadro de la cara sobria con gesto gallardo del Premio Cervantes de Literatura y otra vez, por varios minutos, contemplarlo con fijeza.

Luego, un amigo de la familia, que había colocado los cuadros tanto en un atril como en las paredes, retiró un crucifijo que estaba también en la pared junto al ataúd y lo llevó hacia la zona de descanso del salón, que comenzaba a llenarse de las personas que llegaron a pasar la última velada del también poeta y pintor.

Ese momento íntimo, en el cual sólo familiares y La Jornada estuvieron presentes, fue conmovedor por las emociones contenidas que desató en Paulina y Alejandro, hijos del matrimonio que se inició casi 60 años atrás, cuando Fernando ofrendó a Socorro la carrera de medicina que estudiaba y se puso a trabajar para mantener el naciente hogar.

Paulina del Paso señaló que aún no se ha decidido qué hacer con el legado de su padre, que incluye una nutrida biblioteca que, pese a sus dimensiones, no tiene los cientos de libros que leyó, muchos de ellos en los años recientes en que el escritor se dedicaba a elaborar un ensayo sobre el islam.

Para ese trabajo, cuya segunda parte no quedó terminada a 100 por ciento, leyó por lo menos 750 libros como documentación, aseguró su hija.

También hay un legado que incluye pinturas, dibujos, manuscritos documentales y trajes, muchos trajes: verdes, rosas, azules, amarillos, siempre en colores vivos, como el que usó después de su muerte.

Alejandro del Paso afirmó que más allá del legado intelectual y literario, la principal herencia que les dejó su padre fue su gran amor, un dedicado amor por sus hijos, con quienes vivió siempre cercano a pesar de una vida nómada en Estados Unidos y Europa.

Este jueves se realizará un homenaje de cuerpo presente en el paraninfo Enrique Díaz de León de la Universidad de Guadalajara. Posteriormente, los restos serán cremados, para que el viernes se realice en la Ciudad de México otro homenaje, el final, en el Palacio de Bellas Artes.

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