Chrystia Freeland, canciller de Canadá, llega a la oficina del representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, en Washington.

Washington. La canciller canadiense, Chrystia Freeland, se reincorporó este martes a las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en reuniones separadas con las partes estadunidense y mexicana, en un intento por seguir siendo parte del tratado, pero con la advertencia del primer ministro, Justin Trudeau, de que sólo aceptará un nuevo acuerdo si es bueno para su país.

Ottawa está bajo presión para aceptar nuevos términos sobre el comercio de autos y las reglas de solución de controversias, luego de que Estados Unidos y México llegaron el lunes a un acuerdo bilateral. El presidente estadunidense Donald Trump amenazó con imponer aranceles a las importaciones de automóviles provenientes de Canadá.

Freeland dijo que su reunión del martes con el representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, fue una conversación muy buena y constructiva. Señaló que las difíciles concesiones de México a Estados Unidos en materia automotriz allanarían el camino para conversaciones productivas.

Freeland, quien luego se reunió con funcionarios mexicanos, explicó que tiene previsto profundizar las discusiones con Lighthizer el miércoles y dijo que ella y su equipo planean trabajar esta semana a todo vapor.

La canciller y representante comercial canadiense viajó a Washington un día después de que el gobierno de Trump llegó a un acuerdo preliminar con México para remplazar al TLCAN. Canadá no tiene mucho tiempo, porque si las conversaciones no concluyen el viernes Trump planea notificar al Congreso que tiene la intención de firmar un tratado con México.

El lunes advirtió que podría llegar a un pacto sólo con México y cobrar aranceles a Canadá si no se incorpora al acuerdo revisado.

El futuro del TLCAN, vigente desde 1994, es incierto luego de que Trump sugirió que quizás es mejor negociar dos acuerdos bilaterales e incluso instó a cambiar el nombre.

El secretario del Tesoro estadunidense, Steven Mnuchin, dijo ayer que si no hay acuerdo con su vecino del norte seguiremos adelante con México y luego llegaremos a un acuerdo por separado con Canadá.

Entre los temas más controversiales entre Washington y Ottawa está el mecanismo de resolución de controversias previsto en el capítulo 19, los aranceles que Canadá aplica a la importación de lácteos y los que Trump amenaza con imponer a los vehículos procedentes de Canadá.

Washington pretende eliminar el capítulo 19 de disputas comerciales. Lighthizer dijo el lunes que México había acordado eliminar dicho capítulo, a lo que Canadá se opone.

Estados Unidos también quiere que Canadá cancele su programa de cuotas de importación de lácteos, que pueden alcanzar cerca de 300 por ciento, y busca eliminar el acceso de ese país a las compras gubernamentales.

Justin Trudeau dijo que no cederá ante las demandas estadunidenses de desmantelar o abrir el mercado de lácteos de Canadá. Mi posición de defender la gestión de la oferta no ha cambiado, dijo ante empresarios en Quebec.

Nos comprometeremos en una forma positiva y deseamos firmar un acuerdo siempre que sea bueno para Canadá y bueno para la clase media de Canadá, afirmó.

El gobierno canadiense impone desde los años 70 las cuotas de producción y el precio de la leche, lo que repercute en un precio alto a los consumidores, pero proporciona a los agricultores un ingreso estable. Parece un reto bastante difícil resolver estos temas en tres días, dijo David Wiens, vicepresidente del grupo Dairy Farmers of Canada.

La tarifa a la leche importada es de 7.5 por ciento, pero por encima de la cuota la tarifa sube a 241 por ciento. Otras tasas incluyen polvo lácteo mezclado y tienen una tarifa de 270 por ciento. Pese a dichas tarifas, autoridades canadienses afirman que Estados Unidos goza de un superávit en este sector.

De acuerdo con la Comisión Canadiense de las Lecherías y las estadísticas públicas del gobierno, Canadá importó casi mil millones de dólares en productos lácteos y tuvo un déficit comercial de casi 735 millones de dólares. Las dos terceras partes de esas importaciones vinieron de Estados Unidos (557 millones de dólares) y Washington tuvo un superávit comercial con Canadá de 445 millones de dólares.

En Estados Unidos, al carecer de un sistema de control de producción de leche el problema ha sido la sobreproducción, por lo que requiere exportarla. México incluyó la leche estadunidense en la lista de productos a los que impuso tarifas para compensar las que Washington aplicó al acero y el aluminio.

Otros obstáculos son los derechos de propiedad intelectual, como la exclusividad de México y Estados Unidos de 10 años de los datos para fabricantes de medicamentos biológicos, y la extensión de los derechos de autor a 75 años.

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